Definitivamente
para esto no soy buena. Jamás lo he sido, a pesar de que lo he intentado hasta
en el colegio. Y para ser sincera, me asusté mucho cuando la profe Erna anunció
que para esta clase debíamos traer un instrumento. De inmediato pensé: “si nos
hace tocar en frente de todos, de seguro pasaré una vergüenza tremenda cuando
todos descubran que tengo menos ritmo que una gotera”, así que para evitar un
poco esto preferí llevar una especie de sonaja (hecha por mí con lentejas). Con
eso ya podía estar más tranquila, no tenía mucha ciencia tocar una sonaja. Pero
al llegar a la clase, la profe como siempre, rompe toda idea preconcebida y
hace lo que uno menos espera. Eso es fantástico.
Para hacer el
cuento más corto, la profe nos dio indicaciones para que dejáramos nuestros
instrumentos en un círculo al centro de la sala, después que escogiéramos uno y
finalmente que lo tocáramos cuando ella dijera. Todo esto debería transcurrir
en silencio, idea que me gusta mucho, pero que es bastante inalcanzable:
definitivamente nos cuenta mucho callar en clases!!
Luego nos fue
mostrando en un ppt, diversos colores: negro, anaranjado, verde, rosado,
amarillo, etc. Nuestra tarea era mostrar a través del instrumento que habíamos
escogido, qué sentíamos cuando veíamos tal color…. Cómo les contaba en un
comienzo, yo y los instrumentos no nos llevamos bien y siendo lo más honesta
posible, me costó mucho encontrar aquella “comunicación” que la profe nos
pedía, entre los colores y el instrumento… ¿En verdad era posible que un color
me produjese “algo” y que ese “algo” yo lo transmitiera a través del
instrumento?
La respuesta afirmativa
no estaba dentro de mis opciones. Pero hice un esfuerzo, tenía que hacerlo,
pues entendía que esa actividad me daría una mayor sensibilidad con respecto a
la música y los sonidos. Me costó, pero creo que lo logré ya que después noté
que mis compañeros también expresaban sonidos parecidos con cada color, sobre
todo cuando la profe nos mostró palabras como “rabia, pena, alegría”, etc.
Después un compañero tocó una especie de TAMBOR y nosotros debíamos
seguir el ritmo que él llevaba, situación que no me resultó tan complicada.
Fue una
experiencia enriquecedora en donde enfrenté algo en que no creo ser tan
hábil, dándome cuenta de que si soy capaz de lograrlo, si me esfuerzo,
concentro y pongo lo mejor de mí.
Sé que en muchas
áreas de nuestra vida nos sentimos como yo hoy me sentí al comienzo de la
clase: incapaces, inútiles, inservibles… Estoy segura que no he sido la única,
ni lo seré.
Pero estoy profundamente agradecida
de la vida, quien a través de pequeñas cosas nos da una enseñanza muchas veces
incomprensible a nuestra razón. Hoy aprendí que podemos conseguir muchas cosas
si nos lo proponemos, que hay miles de oportunidades para fortalecer las
debilidades y que cuando nos ponemos una meta podremos llegar a ella, y ya no
la veremos tan lejana. La terapia perfecta está en ti…