jueves, 9 de mayo de 2013

El cuerpo dice más que mil palabras

Llegué a clases con una gran interrogante… La profe nos había pedido ropa cómoda y ligera para tener una clase de … ¿qué íbamos a hacer? Aunque el cronograma decía “movimiento creativo 1” podía esperar cualquier cosa. Al fin y al cabo, estas clases eran así. Toman su propio curso.
Cuando entramos, la profe nos dio las indicaciones: “relájese, quítese los zapatos si desea, camine por la sala, sienta los pies, hágalo en silencio, silencio, en silencio niños…”

 De a poco, nos fuimos “soltando” tal como la profe quería. Después tuvimos que saludarnos, sólo con la mirada, sólo con la expresión de nuestro rostro… dándonos solo la mano derecha, luego la izquierda, tocándonos el codo, la oreja, las mejillas, conociéndonos… palpándonos… sintiéndonos sin hablar. ¡Qué bien lo hacían mis compañeros! Sus miradas me impactaban, pues se tomaban la clase en serio y lograban hablarme con sus ojos… Yo seguía saludando. Saludar y saludar, caminar y caminar, caminar y saludar a quien te encuentres. “¡hola! No te vi hoy” intentaban decir mis ojos…. Espero que mis compañeros hayan comprendido su lenguaje. Cuando finalizamos esta actividad, tuvimos que caminar de espaldas hasta que chocáramos con alguien, ese alguien sería nuestra pareja para la siguiente tarea, que consistía en ponernos de espaldas (ese alguien y yo) y permitirle a nuestras espaldas hablar… Sí, hablar. Ellas se saludaron, se quisieron, se pelearon y se perdonaron luego. Ellas se conocieron, se regalonearon, se unieron, se comprendieron. Fue un momento íntimo, de la espada de mi “alguien” y la mía… jamás mi espalda había tenido un amigo y hoy por fin lo encontró. Ella estaba contenta…
Luego de esto hicimos grupos, donde seguiría la comunicación a través del cuerpo. En los grupos, con los ojos cerrados, sentados y tomados de la mano, debíamos conocer la mano del compañero de nuestro lado, sentir sus dedos, su textura, su piel, su temperatura, la forma de los dedos… cada parte que sintiéramos de su mano, era un trozo de su historia, de su vida, de sus sueños y deseos…. Cuando abrimos los ojos, nos sentimos conectados, comprendidos, acompañados. Ya no estábamos solos, había alguien a mí alrededor sintiendo como yo, viviendo como yo, una humana. Tal vez con diferentes experiencias, familias, costumbres y valores, pero ser humano en definitiva. La profesora nos pidió que comentáramos la experiencia, que en lo posible, en una palabra explicáramos lo que sentimos allí, tomados de la mano. Algunos dijeron unión, energía, comunicación, otros calor, compañía, amistad, amor… todos habíamos sentido algo, en cada uno de los grupos que estaban allí en la sala.
A veces nos cuesta expresar que sentimos, nos cuesta mirar y ver qué es lo que hay en nuestro interior, nos cuesta asumirnos. Pero estoy profundamente convencida de que cuando lo hacemos, más nos amamos y más aún podemos amar al otro, podemos vivir mejor con el otro, entenderlo, acompañarlo, estar en la mismo sentir del corazón.

La mejor compañía no es la que elegimos si no la que aceptamos.