Llegué a clases con una gran interrogante… La
profe nos había pedido ropa cómoda y ligera para tener una clase de … ¿qué
íbamos a hacer? Aunque el cronograma decía “movimiento creativo 1” podía esperar
cualquier cosa. Al fin y al cabo, estas clases eran así. Toman su propio curso.
Cuando entramos, la profe nos dio las
indicaciones: “relájese, quítese los zapatos si desea, camine por la sala,
sienta los pies, hágalo en silencio, silencio, en silencio niños…”
De a poco, nos fuimos “soltando” tal como la
profe quería. Después tuvimos que saludarnos, sólo con la mirada, sólo con la
expresión de nuestro rostro… dándonos solo la mano derecha, luego la izquierda,
tocándonos el codo, la oreja, las mejillas, conociéndonos… palpándonos… sintiéndonos
sin hablar. ¡Qué bien lo hacían mis compañeros! Sus miradas me impactaban, pues
se tomaban la clase en serio y lograban hablarme con sus ojos… Yo seguía
saludando. Saludar y saludar, caminar y caminar, caminar y saludar a quien te
encuentres. “¡hola! No te vi hoy” intentaban decir mis ojos…. Espero que mis
compañeros hayan comprendido su lenguaje. Cuando finalizamos esta actividad,
tuvimos que caminar de espaldas hasta que chocáramos con alguien, ese alguien
sería nuestra pareja para la siguiente tarea, que consistía en ponernos de espaldas
(ese alguien y yo) y permitirle a nuestras espaldas hablar… Sí, hablar. Ellas se
saludaron, se quisieron, se pelearon y se perdonaron luego. Ellas se
conocieron, se regalonearon, se unieron, se comprendieron. Fue un momento
íntimo, de la espada de mi “alguien” y la mía… jamás mi espalda había tenido un
amigo y hoy por fin lo encontró. Ella estaba contenta…
Luego de esto hicimos grupos, donde seguiría la
comunicación a través del cuerpo. En los grupos, con los ojos cerrados,
sentados y tomados de la mano, debíamos conocer la mano del compañero de
nuestro lado, sentir sus dedos, su textura, su piel, su temperatura, la forma
de los dedos… cada parte que sintiéramos de su mano, era un trozo de su
historia, de su vida, de sus sueños y deseos…. Cuando abrimos los ojos, nos
sentimos conectados, comprendidos, acompañados. Ya no estábamos solos, había
alguien a mí alrededor sintiendo como yo, viviendo como yo, una humana. Tal vez
con diferentes experiencias, familias, costumbres y valores, pero ser humano en
definitiva. La profesora nos pidió que comentáramos la experiencia, que en lo
posible, en una palabra explicáramos lo que sentimos allí, tomados de la mano. Algunos
dijeron unión, energía, comunicación, otros calor, compañía, amistad, amor…
todos habíamos sentido algo, en cada uno de los grupos que estaban allí en la
sala.
A veces nos cuesta expresar que sentimos, nos
cuesta mirar y ver qué es lo que hay en nuestro interior, nos cuesta asumirnos.
Pero estoy profundamente convencida de que cuando lo hacemos, más nos amamos y
más aún podemos amar al otro, podemos vivir mejor con el otro, entenderlo,
acompañarlo, estar en la mismo sentir del corazón.
La mejor compañía no es la que elegimos si no la
que aceptamos.
Para motivarnos! http://www.youtube.com/watch?v=6Mh7EzvNJmo