Hoy por fin
teníamos la clase de decoración de las máscaras, donde se pondría a prueba la
creatividad que hemos estado desarrollando poco a poco, sesión a sesión. Al
momento de llegar a la sala, fuimos a buscar las máscaras siendo muy gracioso
el hecho de que esa máscara eras tú, retratado en otro lugar, fuera de ti y que
sólo tú, nadie más que tú, encajaba perfecto en esa cara… somos verdaderamente
únicos, en un mundo lleno de personas únicas…
Fuimos a los
mesones, la profe Erna nos entregó temperas, papeles, tijeras, lijas hasta
pasta muro, para afinar todos los detalles de la máscara que habíamos hecho
semanas atrás…La mía estaba un poco débil pero con esa pasta y un poco más de
yeso, intenté mejorar su aspecto para que quedara mucho mejor. Sobre la
decoración en sí, la profe nos dijo que hiciéramos lo que quisiéramos en la
máscara, algo que nos representara y con lo que nos sintiésemos identificados.
Así que mientras mi máscara se secaba, comencé a pensar en que podría hacer y,
al hacer esta pequeña actividad mental, surgen una serie de preguntas en mi
cabeza: ¿qué me gusta?, ¿qué prefiero?, ¿qué colores son mis favoritos?, ¿soy
amante de la naturaleza, la tecnología, las artes?... muchas cosas volvieron a
nacer en esos momentos… y recordé que si hay una imagen que me guste
verdaderamente, esa es el ATARDECER AFRICANO. Muy típico tal vez en los cuadros
de las casas pero realmente hermoso, por su simpleza y por toda la majestad que muestra
el horizonte y el sol escondiéndose… definitivamente me gustan, ¿no? Pues fue
esa la elección para mi máscara: hice un atardecer en colores que iban
cambiando de tonalidad y le agregue un árbol al lado derecho de la máscara,
fabricado con papel crepe y papel volantín. Después con cola fría, sellé todo
mi trabajo y le di textura al árbol, para darle un efecto más realista. ¡Me
gustó mucho! Era mi primera máscara, mi primer otro yo y quedé bastante
conforme con ella.
Todas estas
actividades a veces no tienen mucho sentido para nosotros, hablando de las
personas en general. Podemos sentir a veces que lo “manual” no va con nosotros,
que nos somos capaces, o que simplemente no tenemos talento para ello. Pero a
mi parecer, realizar una actividad así, es una excelente forma de
reencontrarnos con nuestro “yo”, de volver a ser niños, de dejarnos invadir por
lo que sintamos en el momento y expresar aquello en algo que no nos dañará a
nosotros ni a nadie. Es un verdadero beneficio…
La creatividad, a
veces un poco forzada, puede lograr la apertura de nuestra mente y corazón, de
nuestros baúles de recuerdos, de nuestras motivaciones y aspiraciones. Estar
trabajando con algo en las manos, es querer también que ellas sean parte de
nosotros, es incluirlas en nuestros sueños y deseos para el futuro… y
comúnmente olvidamos que nuestro cuerpo es un todo, que lo uno necesita de lo
otro, siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario